Cuando se practica algún deporte y se hace una buena jugada,
como encestar una canasta o meter gol, uno regresa a su posición para seguir en
el partido y lo hace con renovados bríos. Es estimulante que salgan los
movimientos. Es estimulante que aciertes, que sientas que estás compitiendo.
Sin embargo cuando fallas después de hacer una jugada en la
que te metiste entre la defensa o dribleaste al más alto del equipo para dejar
en la bandeja el balón y éste, como con voluntad propia decidió salir del aro o
de la portería, ese esfuerzo desgasta más que el tiempo. Uno regresa a su
posición en la cancha arrastrando los pies. No acertar, aun cuando se haya
dejado todo, es terriblemente cansado. Más si tu error, tu falla, sirve como
detonante para un contrataque enemigo que termina con el gol o el enceste de su
victoria. Un contrataque que no tiene, por mucho, la elegancia de tus jugadas
infructuosas. Un contrataque burdo y sin filosofía que termina derrotándote.
Así me siento un poco esta noche. Creí que el tiro había
sido preciso.
Estoy cansado. Lo único que puedo hacer es reflexionar.
Preguntarme en qué clase de país vivo. Quiénes son los ciudadanos con los que
hago equipo. Quiénes a los que enfrento. Hay una parte de nuestra sociedad que
simplemente desconozco, como desconoce un doberman a su dueño cuando le muerde la
mano que llevaba intenciones de caricia. Una mano que ensangrentada ahora busca
castigo.
Así me siento. Aturdido, triste, fastidiado. Con una impotencia
crónica. La mayoría de personas en este país no merecen mi respeto. ¿Pero qué
es mi respeto? Nada. Pero también la mayoría de personas en este país tienen
hambre y son ignorantes y corruptibles. Y son así porque el sistema de gobierno
que se viene eligiendo desde la Revolución mediocre mexicana es así, mediocre,
ignorante y corruptible.
Debo decirlo con todas las letras: este país es una gran
mierda democrática.
Lo que ha quedado después del partido culero que tuvimos hoy,
es darnos cuenta que hay una media cancha que despertó de su letargo. Una media
cancha constituida por jóvenes y personas adultas que despertaron al llamado, a
la ilusión de una realidad distinta. Donde la crítica, la humanidad, la
educación, la cultura, las propuestas y el amor son estrategias y necesidades
para un pueblo carente de ideas y expectativas. ¿Qué tenemos después del
partido que tuvimos esta noche? Lo mismo. Los que siempre ganan con las mismas palabras
y las mismas propuestas. Con la misma ambición y la misma porquería. Con la
misma jugada. Sin arriesgarse. Comprando árbitros y jugadores. Comprando,
incluso, a la idiotizada gradería.
Nos queda ver el escenario que hemos fabricado. Un montaje
que ahora pienso hemos hecho para nuestras propias representaciones. Una cancha
en la que podemos jugar solamente nosotros y para nosotros. Hemos levantado la
voz y solamente nosotros hemos escuchado. Hemos tenido la energía y el coraje y
esa energía y coraje la hemos repartido entre nuestros contactos ya despiertos
del largo sueño de inmundicia nacional. Repartimos nuestra energía donde no se
necesitaba. No dijimos mira, conoce, infórmate, en lugares donde el internet y
las redes sociales son temas tan lejanos, como lo es la dignidad y la educación.
No dijimos mira tal propuesta, tal individuo y tal necesidad nacional en
conciencias distraídas por la pobreza y la desesperación cotidiana. Y no lo
dijimos nosotros, que hicimos las verdaderas campañas en este juego de
democracia sucia y lamentable. Donde gana el que no ha leído un libro. El que
tiene empresas multimillonarias. El que está más lejos de la gente, encumbrado
en castillos y dinero. El que representa la ambición y los padrinazgos. El que
repetirá la fórmula: “Yo y los míos siempre ganamos y todos los demás se joden”.
Nunca tuve las ganas de participar en movimientos políticos.
Hasta ahora no lo había hecho. No me había pronunciado por nada ni por nadie
porque creo que todos los jugadores en este tipo de partidos son tramposos y obsesivos
del poder. Pero entré en este equipo perdedor cuando vi los jugadores que formaban
parte de él. Ganadores en sus campos, en sus canchas. Hombres y mujeres valiosos
en un país devaluado. Con ellos siempre iré, aunque sea el destino la derrota
constante.
Queda reflexionar compañeros. Ser la piedra filosa en el zapato
fino y lustrado. En el zapato que seguirá caminando sobre el abismo mexicano.
Iván Ballesteros Rojo
2 de julio 2012. 01:12.